Karen,
No sé por dónde empezar...
Me parece que fue ayer cuando estábamos en Texas. Me han pasado tantas cosas
estos últimos tres meses, y todas malas. Los Ángeles ha sido un fiasco. Un día
después de que rompiéramos iba conduciendo y mi coche dio una vuelta de
campana. Se separaron las bandas de rodamiento del neumático y perdí el
control. Te adjunto la foto: fue surrealista.
Me quedé colgado en la 110
en medio de Arizona con todas mis pertenencias esparcidas por la carretera. Tú
estabas en el lado opuesto del mundo y mis amigos a 16 horas hacia el Este y me
estaba yendo a vivir a un sitio que había detestado toda mi vida: Los Ángeles.
Encima llegué sin coche.
El guión que todos creíamos
que iba a vender se fue al carajo porque una noche mientras paseaba con mi
hermana me robaron el portátil. Alguien pasó por ahí en bici y se llevó mi
ordenador. Qué idiota, lo dejé en el cochecito de mi sobrino un par de minutos.
Desde entonces he estado
totalmente depre y al borde del suicidio. Seguro que ya habría acabado con todo
si la bañera no estuviera tan asquerosa. No sé qué hago aquí en Los Ángeles. Te
echo de menos más de lo que me es posible imaginar. Me bastaría con oír tu voz
para que desapareciera toda mi ansiedad, ya que sabría que hay alguien por ahí
que aún se preocupa de si estoy vivo o muerto.
(Wilson)
(Wilson)
Buscando un beso a medianoche, de Alex Holdridge