miércoles, 26 de diciembre de 2012

Buscando un beso a medianoche


Karen,
No sé por dónde empezar... Me parece que fue ayer cuando estábamos en Texas. Me han pasado tantas cosas estos últimos tres meses, y todas malas. Los Ángeles ha sido un fiasco. Un día después de que rompiéramos iba conduciendo y mi coche dio una vuelta de campana. Se separaron las bandas de rodamiento del neumático y perdí el control. Te adjunto la foto: fue surrealista.

Me quedé colgado en la 110 en medio de Arizona con todas mis pertenencias esparcidas por la carretera. Tú estabas en el lado opuesto del mundo y mis amigos a 16 horas hacia el Este y me estaba yendo a vivir a un sitio que había detestado toda mi vida: Los Ángeles. Encima llegué sin coche.

El guión que todos creíamos que iba a vender se fue al carajo porque una noche mientras paseaba con mi hermana me robaron el portátil. Alguien pasó por ahí en bici y se llevó mi ordenador. Qué idiota, lo dejé en el cochecito de mi sobrino un par de minutos.

Desde entonces he estado totalmente depre y al borde del suicidio. Seguro que ya habría acabado con todo si la bañera no estuviera tan asquerosa. No sé qué hago aquí en Los Ángeles. Te echo de menos más de lo que me es posible imaginar. Me bastaría con oír tu voz para que desapareciera toda mi ansiedad, ya que sabría que hay alguien por ahí que aún se preocupa de si estoy vivo o muerto.
(Wilson)


Buscando un beso a medianoche, de Alex Holdridge