Hay una exigencia de perfección y una ilusión de omnipotencia. Eso genera un sentimiento de perplejidad y de culpa.
La sociedad no inventó el príncipe azul, es el heredero de esa madre eterna, infinita, perfecta, que todos soñamos y no tenemos.
Huimos del dolor como si fuera contagioso.
Uno debe estar dispuesto a dar, pero también a recibir.
Mariela Michelena, psicoanalista
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