sábado, 1 de junio de 2013

Celebración

CHRISTIAN: El primer brindis he de proponerlo yo, ¿verdad? Pero antes me gustaría leer un discurso. Tengo dos opciones, papá, tengo uno verde y uno amarillo. Debes elegir tú papá.
HELGE: El verde.
CHRISTIAN: Reconozco que es el más interesante. Podríamos decir que es el cuento de la verdad, y se podría titular: "Cuando papá se bañaba". Yo era pequeño cuando vinimos a vivir aquí, y me atrevo a decir que mi vida cambió por completo. Teníamos todo el espacio que podíamos desear, y armábamos todo el barullo que podíamos en ese espacio. Por ejemplo, la sala donde estamos comiendo ahora era un restaurante, y recuerdo cuántas veces mi pobre hermana Linda y yo nos dedicábamos a colocar cosas en la comida de algunos clientes sin que los camareros se dieran cuenta. Luego ella era incapaz de aguantarse la risa cuando ya estábamos escondidos. Tenía la risa más contagiosa que os podáis imaginar. Y a los dos segundos ya estábamos los dos riéndonos a mandíbula batiente. Y claro, nos descubrían, pero nunca nos hacían nada. Era mucho peor cuando papá se bañaba, más inquietante. No sé si lo recordaréis, pero papá siempre estaba bañándose, y siempre que lo iba a hacer, nos cogía a Linda y a mí y nos llevaba con él a su despacho en el que antes de su baño mi padre echaba un cerrojito, cerraba las cortinas, y encendía una lamparita, y entonces se quitaba la ropa, y nos decía que hiciésemos lo mismo. Luego nos tumbaba en un sofá de color verde que ya no existe y nos violaba. Utilizaba sexualmente a sus hijos pequeños. Hace un par de meses, cuando mi hermana murió, comprendí que Helge era un hombre muy limpio con tanto baño, así que tenía que compartirlo con el resto de la familia, ya que se bañaba en verano y en invierno, por la mañana, por la tarde, por la noche. Mi padre es un hombre muy pulcro, ya era hora de que lo supierais, porque hoy celebramos el sexagésimo cumpleaños del rey de la bañera.

 
 
Tu padre en su vida sólo ha tenido un dilema: tu hermana o tú. Un comienzo de discurso brillante, dos opciones, como tu padre. - Kim


ELSE: Mi querido Christian, siempre has sido algo especial. Tenía tanta creatividad, ¡qué historias contaba cuando era pequeño! Yo estaba segura de que ibas a ser un gran escritor, un novelista de talla internacional. Cuando era pequeño, Christian tenía un amigo con un curioso nombre, Snud, que, por supuesto, no existía. Pero Snud y Christian eran inseparables, y estaban de acuerdo en todo. Si había alguna cosa que a Snud no le parecía bien, entonces a Christian tampoco, y el que le llevase la contraria ya podía echarse a temblar.
Mi querido Christian, es fundamental aprender a distinguir la realidad de la ficción, y a ti eso siempre te ha resultado muy difícil. Comprendo que es lógico que te enfades con papá, a mí también me ha pasado algunas veces, pero esas cosas se solucionan en privado. Contar historias como la que has contado aquí esta noche, por muy emocionantes que sean, y la tuya ciertamente lo era, es una incongruencia. Christian, creo que la voluntad de Snud estaba contigo esta tarde, y los dos le habéis hecho mucho daño a papá. Por eso creo que deberías levantarte, dejar a Snud sentado donde está, y pedirle disculpas a tu padre. No pasa nada por decir lo que sientes, al contrario Christian, sería lo correcto. Christian, puedes levantarte.
CHRISTIAN: Siento molestaros otra vez. En 1974 tú, mi madre, tuviste la desgracia de entrar en el despacho, y verme a cuatro patas, y a tu querido marido sin pantalones. Siento que me hayas visto así, y que al decirte tu marido que salieras, obedecieses. Siento que seas tan corrupta y tan hipócrita, y espero que te mueras.


A quien encuentre este mensaje, que seguro que es mi hermano o mi hermana, porque vosotros sí que sabéis qué juego me gusta. Vamos sonríe, aunque sea muy triste encontrarme muerta en una bañera llena de agua. Pero para mí no es tan triste. Vosotros habéis sido siempre unos chicos alegres, y sé que lo superareis. Os quiero, os quiero mucho, y creo que no tenéis que pensar sólo en mi. A ti Christian, mi querido hermano, que siempre has estado conmigo, gracias por todo. No quiero involucrarte en todo esto, te quiero demasiado. Y a ti, Helene, y a ti Michael, aunque seas algo tontaina.
Papá ha vuelto a empezar. Ahora me lo hace en sueños, pero yo ya no puedo más. Me voy, que es lo que debería haber hecho antes, y sé que con esto tu vida será mucho más dura y confusa Christian. He pensando llamarte, pero siempre estás ocupado. Sólo quiero decirte que no debes estar triste. Creo que hay luz y belleza en el otro lado, y eso me anima. Por supuesto tengo miedo, miedo porque me voy sin ti. Te querré siempre, Linda. - Helene


HELGE: ¿Es culpa mía que mis hijos sean retrasados mentales?
CHRISTIAN: Sinceramente papá, nunca he podido entender por qué, qué te empujó a hacerlo.
HELGE: Sólo servíais para eso.

  

Celebración, de Thomas Vinterberg