- ¿Y cuándo naciste?
Momo pensó un rato y dijo, por fin:
- Por lo que puedo recordar, siempre he existido.
Momo pensó un rato y dijo, por fin:
- Por lo que puedo recordar, siempre he existido.
Algunas cosas necesitan su tiempo, y tiempo era lo único que Momo tenía de sobra.
Sabía que se tomaba tanto tiempo para no decir nunca nada que no fuera verdad. Pues en su opinión, todas las desgracias del mundo nacían de las muchas mentiras, las dichas a propósito, pero también las involuntarias, causadas por la prisa o la imprecisión.
Momo lo quería y guardaba todas sus palabras en su corazón.
Se veía a sí mismo en el esplendor de la fama como un Sol, cuyos rayos ya lo calentaban ahora, en su miseria.
Por decirlo así, sus historias habían ido a pie, pero desde que conocía a Momo, le habían crecido alas.
GIGI: El espejo mágico sólo hacía a alguien mortal cuando se miraba en él a solas. Pero si se miran los dos, vuelven a ser inmortales. Y eso hicieron estos dos.
La Luna se veía grande y plateada sobre los pinos negros y hacía brillar misteriosamente las viejas piedras de las ruinas. Momo y Gigi estaban sentados en silencio el uno al lado del otro y se miraron largamente en ella: sintieron con toda claridad que, durante ese instante, ambos eran inmortales.
Pero lo que más les costaba soportar era el silencio. Porque en el silencio les sobrevenía el miedo, porque intuían lo que en realidad estaba ocurriendo con su vida.
Pero el tiempo es vida, y la vida reside en el corazón. Y cuanto más ahorraba de eso la gente, menos tenía.
Yo no dejaré que nadie me robe mi tiempo. - Momo
Tres hermanos viven en una casa:
Son de veras diferentes;
Si quieres distinguirlos,
Los tres se parecen.
El primero no está: ha de venir.
El segundo no está: ya se fue.
Sólo está el tercero, menor de todos;
Sin él, no existirían los otros.
Aún así, el tercero sólo existe
Porque en el segundo se convierte el primero.
Si quieres mirarlo
No ves más que otro de sus hermanos.
Dime pues: ¿los tres son uno?,
¿o sólo dos?, ¿o ninguno?
Si sabes cómo se llaman
Reconocerás tres soberanos.
Juntos reinan en un país
que ellos son. En eso son iguales.
(Maestro Hora)
El segundo no está: ya se fue.
Sólo está el tercero, menor de todos;
Sin él, no existirían los otros.
Aún así, el tercero sólo existe
Porque en el segundo se convierte el primero.
Si quieres mirarlo
No ves más que otro de sus hermanos.
Dime pues: ¿los tres son uno?,
¿o sólo dos?, ¿o ninguno?
Si sabes cómo se llaman
Reconocerás tres soberanos.
Juntos reinan en un país
que ellos son. En eso son iguales.
(Maestro Hora)
MOMO: Dime, ¿qué es el tiempo, de verdad?
MAESTRO HORA: Sería bonito que también a esto pudieras contestar tú misma.
MOMO: Está ahí, eso es seguro. Pero no se le puede tocar. Ni retener. ¿Acaso sea algo parecido a un olor? Pero también es algo que siempre pasa. Así que tiene que venir de algún lugar. ¿Acaso es algo así como el viento? O no. Ya lo sé. Quizá sea una especie de música que no se oye porque suena siempre. Aunque creo que ya la he oído alguna vez, aunque bajito. Pero aún tiene que ser algo más, porque la música venía de muy lejos, pero sonaba muy dentro de mí. Puede que con el tiempo ocurra lo mismo. Quiero decir, como las olas se originan en el agua por el viento.
Al igual que tenéis ojos para ver la luz, oídos para oír los sonidos, tenéis un corazón para percibir, con él, el tiempo. Y todo el tiempo que no se percibe con el corazón está tan perdido como los colores del arco iris para un ciego o el canto de un pájaro para un sordo. Pero, por desgracia, hay corazones ciegos y sordos que no perciben nada, a pesar de latir. – Maestro Hora.
Si los hombres supiesen lo que es la muerte ya no le tendrían miedo. Y si ya no le tuvieran miedo, nadie podría robarles, nunca más, su tiempo de vida. – Maestro Hora
MOMO: Sólo quisiera saber cómo es que vuelvo a estar aquí.
CASIOPEA: Tu deseo.
MOMO: Es curioso, no puedo acordarme de eso. Y tú, Casiopea, ¿por qué no te has quedado con el Maestro Hora, sino que has venido conmigo?
CASIOPEA: Mi deseo.
Lo más peligroso que existe en la vida son las ilusiones que se cumplen. Por lo menos, cuando ocurre como en mi caso. Ya no me queda nada con qué soñar. - Gigi
A Momo le habría gustado ayudar a Gigi. Le dolía el corazón por ello. Pero sentía que ése no era el buen camino, que Gigi tenía que volver a ser Gigi y que no le serviría de nada que ella dejara de ser Momo.
Durante su encuentro con Gigi, Momo no había podido decir ni una sola palabra. Y habría tenido tanto que decirle. Le parecía que ahora, cuando le había encontrado, le había perdido de verdad.
Qué bien le hubiera ido ahora tener a Casiopea. Si todavía hubiera estado con ella, la habría aconsejado Espera o Sigue; pero así, Momo no sabía nunca qué debía hacer. Temía perder a Beppo por esperarle y temía perderlo por no esperarle.
Hay riquezas que lo matan a uno si no puede compartirlas.
La tortuga había estado buscando todo el tiempo a Momo, aun sabiendo que no la encontaría.
El camino está en mí. - Casiopea
Un hombre es muchas cosas más, además del tiempo que hay en él. – Maestro Hora
Sólo en el humo está totalmente muerto el tiempo. Y de ese tiempo muerto viven los hombres grises. – Maestro Hora
Volveremos a vernos Momo, y hasta entonces, cada hora de tu vida te traerá un saludo mío. – Maestro Hora
Momo, de Michael Ende
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